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    Mejoramiento humano y calidad de vida: evidencias en el proyecto social de Marta Abreu

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    marta abreu 1

    (Por: M Sc Hedy Águila Zamora)

    “Mejoramiento Humano” y “Calidad de Vida” son expresiones de uso frecuente en el léxico cubano contemporáneo, pero en tiempos del colonialismo español, no era del interés de hacendados ni estaba en la voluntad política de los gobernantes mejorar el modo de vida de la población, sólo los ricos y poderosos podían disfrutar del confort hogareño, del arte y la literatura como formas de expansión espiritual, sin embargo, existían personas que se preocupaban  por practicar la caridad pública, entre las que se encontraba Doña Marta Abreu de Estévez, pero con la particularidad de que ella fue más allá de la simple limosna.

    Marta fue portadora de una gran preocupación por sus coterráneos, en cualquier ciudad del mundo donde se encontrara no olvidaba a su país. En cartas a su amiga íntima Teresita Quijano le comunicaba sus inquietudes en frases que traslucían  sus añoranzas y disgustos: “tan hermoso y tan desgraciado, yo que lo amo tanto" (*) así se refería a aquella Cuba que sufría el vasallaje colonial.

    Nació Marta de los Ángeles Abreu Arencibia en la calle Sancti Spíritus el 13 de noviembre de l845. Desde muy pequeña se descubría en ella una gran sensibilidad caritativa y dadivosa. Cuentan sus biógrafos que Marta cuando visitaba la Hacienda Dos Hermanas, propiedad de su padre, la madre designaba un esclavo jovencito para que la vigilara porque ella se despojaba de sus ropas para vestir a las niñas, hijas de las negras esclavas y cuentan también que su bolsa siempre estaba vacía porque todas las monedas que caían en sus manos se las regalaba a los pobres, así creció Marta y ese sentimiento de bondad no cambió, por el contrario se acrecentó. Tuvo suerte de contraer matrimonio con Don Luis de Estévez, un matancero de condición más bien pobre, quien, gracias a su inteligencia y tesón logró culminar sus estudios en la Universidad de la Habana. Luis apoyaba a Marta en todos sus proyectos sociales en pos del bien de sus coterráneos.

    En l876 falleció Don Pedro Nolasco González Abreu, la mitad de los bienes de esta familia pasaron a propiedad de su esposa Doña Rosalía Arencibia y la otra mitad se distribuyó entre sus hijas: Rosa, Marta y Rosalía. Las tres de común acuerdo materializaron la voluntad póstuma del padre quien dejó testado 20 000 pesos para la fabricación de una escuela para niños pobres. Este proyecto se ejecutó y la escuela fue inaugurada el 31 de enero de 1882, con el nombre de San Pedro Nolasco.

    El 18 de octubre de ese mismo año fallecía Doña Rosalía Arencibia y por tanto Marta y sus hermanas entraban en posesión de toda su fortuna, fue cuando ella pudo llevar a vías de hecho su proyecto social en beneficio de la comunidad santaclareña en el que atendió aspectos económicos y sociales, especialmente aquellos más sensibles: la educación, la cultura  y la salud.

    La madre de Marta también dejó en testamento 20 000 pesos para la construcción de un colegio para niños pobres, pero en este caso para hembras. De nuevo las tres hermanas se unían para auspiciar otra obra, compraron un terreno contiguo a la casa que había sido vivienda de esta familia, que en esos momentos estaba ocupada por un Círculo de Recreo, en la calle El Carmen # 3, (hoy Máximo Gómez), la mandaron a desocupar y a remodelar en su interior para trasladar el colegio San Pedro Nolasco, posteriormente construyeron al lado el de niñas que llamaron Santa Rosalía  en honor a la madre, en Carmen N°1. En septiembre de l883 se realizó el traslado y al año siguiente quedó concluido el nuevo plantel, pero no fue inaugurado hasta diciembre de l885 cuando llegaron las monjas de la orden Amor de Dios  para atender las alumnas.

    Para el mantenimiento de estas escuelas, las hermanas donaron 30 000 pesos cada una. Ambas instituciones fueron equipadas y dotadas de todo lo necesario, tanto en mobiliario como en materiales escolares, claustro seleccionado por sus patrocinadoras y un Reglamento,  redactado por Don Luis Estévez Romero.

    Las escuelas legadas por sus padres estaban destinadas a niños pobres de ambos sexos, pero de la raza blanca por lo que Marta había creado paralelamente una para niños “de color”, en la calle San Agustín (Alemán) entre Santa Clara, (Tristá) y San Cristóbal, en  un local que era de su propiedad. Esta institución se mantenía de los alquileres obtenido de dos de las casas propiedades de Marta, en la calle Sancti Spíritus (Juan Bruno Zayas).

    También era de su preocupación la formación profesional de los jóvenes en su período de adolescencia, el cultivo del talento que se perdía en aquella sociedad sin garantías ni libertades. Marta expresaba su interés en la creación de una escuela que preparara a los jóvenes para emprender un oficio. Murió sin lograr este objetivo, no obstante el Ayuntamiento, póstumamente, lo materializó, convirtiendo el colegio San Pedro Nolasco en una escuela de Artes y Oficios (hoy se encuentra funcionado en ese edificio un Restaurant).

    En mayo de 1886 Marta Abreu, adquirió el terreno situado en la calle La Gloria, donde se  construyó un edifico con tres departamentos: uno para la Policía, otro para el Cuerpo de Bomberos del Comercio y el dedicado a la enseñanza hacia el cual se trasladó la Escuela Municipal Conyedo. Este edificio fue entregado al Ayuntamiento a cambio del que ocupaba la antigua emita La Candelaria, para su demolición y en cuyo espacio se había erigido el teatro La Caridad.

    El 8 de septiembre de 1885 fue inaugurado el teatro La Caridad, la gran obra de Marta Abreu, apoyada por su esposo, Don Luis Estévez con la que se dotaba la ciudad de la institución cultural más importante de ese siglo en Santa Clara y a la vez contribuía a elevar la cultura de los santaclareños, también ofrecía una alternativa para el mantenimiento del asilo de pobres, porque el edificio que había sido construido para escuela, al ocurrir el traslado de ésta para la calle El Carmen quedó desocupado y Marta ordenó a su primo Francisco Arencibia que realizara un trabajo de captación de aquellas familias desposeídas, de pequeños núcleos para que ocuparan las diecisiete habitaciones, de las veinte con que contaba el local y las tres restantes serían entregadas a un conserje, nombrado para custodiar el lugar y preservar el orden interior; la cocina sería comunera así como el patio. Con este proyecto no sólo se proporcionaba el habitad y la alimentación a un número de personas, sino que se integraban a la sociedad, que por su condición de mendigos, las marginaba e incluso se previó el custodio para que reinara el orden y cuidado del edificio. (El edificio, situado en Marta Abreu esquina a San Pedro, actualmente permanece ocupado por la escuela primaria Carlos J. Finlay)

    El 15 de julio de 1886 quedaba inaugurado el Obelisco que perpetúa la memoria de los sacerdotes Don Juan de Conyedo y Don Francisco Hurtado de Mendoza en la Plaza Central de Santa Clara ( hoy Parque Vidal ) lo que nos demuestra la preocupación de la benefactora por salvaguardar la memoria histórica y rendir culto a quienes lo merecían.

    En uno de sus viajes por Europa, visitaron ella y su familia  a Suiza y allí vio unos lavaderos públicos, que según contó después el Dr. Carlos de la Torre que los acompañaba, pensó de inmediato en las mujeres de Santa Clara que lavaban en el agua del río y bajo el sol, el proyecto de construir cuatro lavaderos públicos fue trasmitido al Ayuntamiento de Santa Clara. Con estos, propiciaba mayor comodidad a las mujeres humildes, contribuía a preservar su salud y evitaba la contaminación de las aguas del río que eran de vital importancia en aquel momento pues aún no existía acueducto y la ciudad se abastecía de los ríos Bélico y Cubanicay que la circundaban.

     Marta dotó a Santa Clara de los adelantos científicos más avanzados de la época que se conocían en Estados Unidos y Europa, lugares que visitaba con asiduidad; entre esos adelantos estaba la electricidad. En l895 patrocinó la construcción de una planta eléctrica y paralelamente mandó a realizar otras obras sociales de gran beneficio a los santaclareños para el mejoramiento de sus condiciones de vida, una fue la estación de ferrocarriles, inaugurada el 28 de febrero de ese año, conjuntamente con la planta eléctrica, al día siguiente el dispensario El amparo  para atender los niños pobres enfermos. En el marco de los festejos que el pueblo y el gobierno de la villa organizaron por el gran acontecimiento de la electrificación de la ciudad, realizó, además, otras obras caritativas como fue la entrega de máquinas de coser a muchachas de escasos recursos económicos para que fueran utilizadas como instrumentos de trabajo que constituirían sus medios de subsistencia. También entregó sumas de dinero para beneficio de pobres, hospitales y presos, para estos propició la creación un sistema de esposas, que consistían en un par de argollas de metal que no dañaban la piel de los presos al trasladarlos y resultaban más cómodas.

    La construcción de la Planta Eléctrica, además de lo que significó como el más importante de los adelantos científicos del momento, era una fuente de empleo para el pueblo. En la organización laboral estaban presentes, la atención al hombre y la preocupación de lo que, en términos modernos, se le llama protección e higiene del trabajo; en cuanto a preservar la salud, la atención médica y medicina gratuita, el pago por certificados médicos, incluyendo los funerales, en caso de fallecimiento de algún trabajador; esto, en aquellos momentos, no era muy usual en la conducta de los patronos.

    El Dispensario El Amparo, situado donde hoy se encuentra ETECSA, quedó dotado de todo lo necesario para la atención a los niños enfermos, de familias sin recursos para pagar a un médico.

    En 1894, destinó 10 000 pesos oro a la compra de equipos para el montaje de una Estación Observatorio de Astronomía y responsabilizó al Dr. Julio Jover Anido, destacado meteorólogo de la ciudad, con ello propiciaba que los pobladores de Santa Clara pudieran ser prevenidos del peligro que ofrecían los huracanes u otros fenómenos atmosféricos.

    En 1899 regaló los instrumentos para la Banda de Música del Cuerpo de Bomberos, lo que además de prestigiar esa organización le ofrecía la posibilidad de utilizarla en actividades que le permitía incrementar los ingresos para el sostenimiento de la misma. Donó en el cementerio una bóveda para los pobres. Contribuyó a la reparación del camino a Camajuaní y a las reformas que se hicieron a la iglesia del Buen Viaje y a la de Encrucijada.

    En el plano particular también ayudó a muchas personas y fue mecenas de artistas e intelectuales y hombres de ciencia como los Doctores, Carlos de la Torre, naturalista; Julio Jover Anido, astrónomo; Manuel Velasco quien estudió la carrera de medicina gracias a la ayuda brindada por Marta. Existen infinidad de ejemplos que reflejan la forma sencilla y desinteresada como la benefactora protegía y apoyaba a los necesitados, no sólo en Santa Clara lugar donde mayor incidencia tuvo su dádiva, sino también en otras tierras de residencia, como sucedió con una señora de condición humilde en Francia,  que  pagaba los estudios de su hijo con el producto de los sellos usados que recolectaba y luego revendía, desde el día que Marta lo supo entregaba grandes cantidades de sellos usados a esta señora, hasta el punto que, casi, era ella quien pagaba  los estudios al niño.

    En relación con el tratamiento a sus esclavos, refieren sus biógrafos que las tres hermanas al entrar en posesión  de las dotaciones de esclavos, heredadas entre sus bienes, les dieron la libertad, pero Marta y Luis trazaron una estrategia más humana como fue la de no lanzarlos a vivir discriminados y sin empleo,  les entregaron parcelas de tierra para el cultivo de frutos menores, y una pensión de seis pesos y los domésticos quedaron como empleados con sus salarios, de esa forma, bajo su protección, serían  respetados socialmente.

    Además de la ayuda brindada a su comunidad que le ha valido para ser reconocida como la benefactora de la ciudad, realizó la mayor de las obras en beneficio de su pueblo al participar en la guerra del 95 para lo que puso toda su fortuna al servicio de la causa y manifestó que si se acababa pedirían limosna ella y su familia pero la libertad de Cuba era lo primero. Desde Francia Marta ayudó con grandes sumas de dinero, fue la persona que más aportó, a la insurrección armada y para que los agentes secretos obtuvieran información en España y sobornaran guardias y carceleros con la finalidad de libertar a los cubanos presos en ese país.

    A modo de conclusiones se puede afirmar que el proyecto social de Marta Abreu de Estévez ha dejado una huella imperecedera en la ciudad de Santa Clara y con él contribuyó  a elevar la calidad de vida de sus coterráneos.

    (*) Nota: Arocena, Berta.  Marta de los Ángeles Abreu y Arencibia.  La Habana, 1945, p. 18.

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