Nuestra Región
    DSC06977_3.JPG
    DSC06977_3.JPG
    previous arrow
    next arrow

    El güije del Caney

    Inicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivado
     
    Valoración:
    ( 0 Rating )
    Pin It

    No hubo en nuestros campos, en épocas pasadas, un lugar que no tuviera un «güije», siempre que existiera un río con una poza profunda, rodeado de yamaguas, cañas bravas o esbeltas macaguas; propicia para la vida apacible y huidiza de estos seres mitad pájaros, mitad cuadrúpedos, creados por la fantasía popular, que los circunscribió a la vasta región que va de Las Villas a Oriente, ya que no hay noticias de que hayan existido en las provincias occidentales.

    Eminente autoridades de nuestro folklore, han tratado el tema, el origen del «negrito duende», que parece ser africano o de que el güije fue creado por la imaginación india y de ahí que lo llamen fantasma de África y ciudadano de Cuba.

    No es posible precisar la genealogía de este duende, o lo que sea; ni a puntualizar si era pez, cuadrúpedo o el «negrito enano» que algunos han creado. Lo que si se puede afirmar es que muchos lugares de Cuba, tienen un charco llamado del «Negrito» o del «Güije», y hay muchas leyendas, referencias o tradiciones acerca de su existencia.

    Lo cierto es que había entonces, o había habido antes, campesinos que juraban a pie juntillas, haberlos visto tomando el sol, junto al tronco de una palma, o entre los tentáculos de un viejo jagüey. Cuando se les acosaba para que describiesen su aspecto, concluían por confesar, si no querían aparecer como embusteros:

    —Bueno... francamente; no me atreví a mirarlo bien. Creí distinguir una cosa rara a la orilla del agua, en la poza del Güije, y creí que era eso: un güije.

    Y así era todo lo que se podía averiguar acerca de la existencia del güije. Pero abundaban, vaya que sí  abundaban y Villaclara, que no podía escapar de esa creencia popular, tuvo un Güije.

    No podía ser en el Bélico, más o menos urbanizado en una y otra banda, sin pozas entre árboles; pero bien podía serlo en el Cubanicay, que discurría entre predios rústicos, unas veces acercándose y otras y alejándose de la población, en su tranquilo giro, y con alguna que otra poza más o menos profunda; entre ellas, la del Caney, que fue donde sentó sus reales nuestro güije; aquí un enorme y profundo charco sombreado por tupidas cañas bravas. Hoy este lugar está desaparecido por haberlo terraplenado el ferrocarril de Cuba, para el emplazamiento de su patio terminal. Este charco que fue durante muchos años, balneario, playa y escuela de natación de varias generaciones de Punta Brava y lugares limítrofes. Para los que no lo sepan, Punta Brava se llamaba el cruce de las calles de Conyedo y San Francisco Javier, hoy Maceo; alcanzando este nombre a los lugares aledaños. Algunos de aquellos bañistas de entonces presumieron de haber visto el Güije.

    La Guerra de Independencia desparramó los pocos bañistas, los últimos que habían quedado en el Caney, muchos de ellos se marcharon a la manigua; luego ya establecida la República, se iniciaron los trabajos de la construcción del ferrocarril de Cuba, precisamente por los alrededores del Caney, y no se sabe a dónde fue a parar el güije, que tantos sustos había hecho pasar a muchos, grandes, chicos y aspavientosos.

    Por efecto de la reconcentración de los campesinos, en los últimos años de la guerra, los campos quedaron desiertos, y  también los güijes, no teniendo ya a quien asustar. Más tarde, cuando ya la especie se había extinguido, el poeta Guillén escribió su «Balada del Güije», como requiescal in pace de la especie.

    (Fuente: Martínez, Florentino (1959): Ayer en Santa Clara. Departamento de Estudios Hispánicos, Universidad Central de Las Villas.)

    Escribir un comentario


    Código de seguridad
    Refescar

    ¿Le ha resultado útil la información publicada en este portal?